lunes, 6 de enero de 2014

Alimentando un modelo podrido

Comienza un nuevo año y algunos quieren vendernos que será el de la recuperación. Yo sin embargo soy abiertamente escéptico sobre la posibilidad de que España mejore en un futuro próximo. Y no me refiero a que se acabe lo que erróneamente llaman crisis, sino a que se produzcan cambios de fondo más allá de modas y coyunturas. Puede que un día de estos el dinero vuelva a fluir, pero eso no arreglará los defectos de base. Más bien al contrario, creo que los volverá a potenciar, como ya ocurrió en el pasado.


Una de nuestras muchas lacras es el paupérrimo panorama laboral, del cual, como es costumbre, culpamos a otros. Somos maestros de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio. Y si no respondedme a estas preguntas:

¿Quién es culpable de que no haya oportunidades si somos incapaces de generarlas?

Nadie tiene la obligación de servírnoslas en bandeja, señores. Y es que somos un país con una deficiente capacidad empresarial y comercial. En parte, por la humillante normativa que castiga a todo el que se establece por cuenta propia, y en parte, por nuestra brutal carencia de iniciativa y formación. Vivo en un lugar en el que la gente no considera el trabajar por cuenta ajena como la única opción, ni ve en el funcionariado un ideal de vida. Se dice que en Alemania hay más oportunidades como si hubiesen llovido del cielo, pero las hay únicamente porque las han creado y conservado. Aquí el que sabe hacer algo se lo monta por su cuenta, no espera a que venga nadie a darle limosna. Nuestra total inoperancia, por el contrario, hace de España un país de saldo. Oleadas de oportunistas extranjeros están comprando ahora mismo una empresa tras otra a precio de ganga. La lista es interminable. Y nosotros encantados, oiga. ¡Qué se compliquen otros haciendo números! Luego, cuando les convenga llevarse esos puestos de trabajo a otro sitio, diremos que son unos cabrones desalmados. ¡Tiene huevos!

¿Quién es culpable de que la dichosa "marca España" esté devaluada si no sabemos venderla?

De las decenas de ejemplos que existen, voy a escoger hoy uno clamoroso: el caso del aceite de oliva. España, el mayor productor mundial, debería ser inmediatamente relacionada con ese producto en cualquier punto del planeta. Con la sola mención de la palabra 'aceite', a cualquier persona se le tendría que venir a la mente España ipso facto, y viceversa. Sin embargo, no es así. ¿Porqué? Pues, entre otras cosas, porque vendemos la mitad de nuestra producción a granel a Italia, quienes lo embotellan, le ponen una etiqueta en italiano y lo venden a precio de oro por todo el mundo como si fuera suyo —por ejemplo en mi tienda más próxima a 8-9€ el litro, cuando no más caro—. Resultado: el consumidor asocia aceite de oliva y calidad con Italia, no con España. Claro, con nuestra marca nos interesa más asociar toros y flamenco. Eso sí que nos va a dar la gloria, vamos.

¿Quién es culpable de que el único modo de tener trabajo sea por enchufe si todos hacemos uso de él?

Vengo de pasarme en el paro buena parte de 2013. Durante varios meses, me desgañité sin éxito por conseguir un trabajo en un país donde abundan. Mientras tanto veía cómo en España, un país desolado por el desempleo, determinada gente conseguía nuevos trabajos con una facilidad asombrosa, sin despeinarse. Curiosamente, esos puestos nunca están a la vista del gran público, sino que parecen creados ex profeso para alguien —el cuñado de un primo que conoce a un amigo, ya sabéis—. Con todo el descaro, esas mismas personas critican situaciones semejantes cuando son otros quienes lo hacen. Pero, ay amigo, cuando son ellos todo vale. Esta es exactamente la misma hipocresía que nos caracteriza ante la corrupción y las injusticias con las que convivimos. Hablar es gratis y es muy fácil quejarse del enchufismo, de la corrupción o de lo que sea. Pero luego, cuando nosotros podemos sacar tajada, lo hacemos, así que somos tan responsables de este podrido sistema como lo son otros más poderosos.

En resumen: nuevo año, mismas prácticas nefastas. Pautas de comportamiento como estas, que nos han traído a este despeñadero, persisten y persistirán, de modo que no puedo augurar resultados mejores para los años venideros. Ojalá me equivoque. Entretanto, una cosa es segura. Muchos hemos pasado otra Navidad lejos de casa, y no tengo motivos para pensar que sea la útima...

"A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que él mismo tenga la culpa."
Michel Eyquem de Montaigne