viernes, 28 de junio de 2013

Cambiar matrícula española por alemana en 10 pasos

Hoy volveré a tocar la vertiente de servicio público, hablando del procedimiento para sustituir una matrícula española por una alemana. Como dije en mi anterior entrada, esta es una de las trampas que nos pone Europa para complicarnos la vida y sacarnos la pasta. Dado que los gerifaltes europeos no han tenido a bien unificar el reglamento, estamos obligados a matricular el vehículo en el país donde oficialmente residimos, y cada estado establece sus propias normas al respecto. Esto trae como consecuencia no pocos gastos y molestias. Ejemplo: Alguien que trasladase su residencia a otro país de la UE y retornase al cabo de 7 meses, siguiendo la normativa a rajatabla, podría lucir fácilmente en su coche CINCO matrículas diferentes en ese periodo de tiempo (cada una de ellas con su pertinente desembolso, claro está). Un verdadero disparate.


Debes saber que existe obligación de cambiar la matrícula en estancias superiores a seis meses (de ahí el ejemplo anterior), salvo dos excepciones: estudiantes matriculados en un centro educativo del país y trabajadores transfronterizos. Eso sí, mientras portes matrícula forastera, no se permite que el coche lo conduzca ningún residente del nuevo país, salvo que tú vayas en él.

A continuación describo los pasos que yo seguí para realizar el cambio de placas, así como los costes (a modo orientativo), que pueden variar ligeramente según la región de Alemania. Nota: No soy uno de los blogueros viajeros a los que le mola fardar con las palabritas superguays que van descubriendo; casi nunca uso términos alemanes en el blog, y mucho menos si no aportan nada. Sin embargo, por razones didácticas, hoy será la primera vez que incluya una buena dosis de ellos, ya que lo considero útil para afrontar esta situación real sin conocer bien el idioma.

1) Buscar un seguro alemán para el coche. Tras llegar a un acuerdo con ellos sobre el tipo de cobertura (más información en el punto 8), te dan un justificante provisional (Versicherungsbestätigung) que debes presentar en la oficina de matriculaciones (Kfz-Zulassungsstelle).

Precio: 0€.

2) Pasar la inspección técnica (TÜV), que incluye una inspección general (Hauptuntersuchung) y una de emisión de gases (Abgasuntersuchung). Para ello es necesario el certificado de conformidad del fabricante (Übereinstimmungserklärung o Übereinstimmungsbescheinigung, también llamado CoC por sus siglas en inglés) o una revisión técnica completa (Vollgutachten) un poco más "especial" que le hacen a los vehículos extranjeros. El certificado me costaba 71,40€ pidiéndolo al fabricante. Es interesante señalar que existen otros talleres autorizados para realizar las inspecciones del TÜV (p. ej. grandes cadenas como ATU, DEKRA...). Yo decidí utilizar esa opción, ya que me resultaba más rápida y sencilla, para lo cual tuve que presentar solamente la documentación española del coche (tarjeta de ITV y permiso de circulación).

Precio: 89€ (inspecciones estándar) + 58,31€ (revisión "especial").

3) Ir a la oficina de tráfico con todo esto en la mano:
  • Papeles españoles del coche (puede que te interese hacerle copias, porque se quedan los originales).
  • Placas españolas (también se las quedan).
  • Justificante de la inspección técnica (TÜV).
  • Justificante temporal del seguro (Versicherungsbestätigung). 
  • Formulario del impuesto de circulación alemán (Kraftfahrzeugsteuer o Kfz-Steuer) que te dan allí. Desde este momento te lo pasarán cada año por domiciliación bancaria.
  • Pasaporte o DNI en vigencia.
  • Justificante de empadronamiento del ayuntamiento (Anmeldebestätigung). En teoría no hace falta, pero les encanta pedirlo para TODO, así que no está de más llevarlo encima, por si acaso.
  • ¡Destornillador para quitar y poner las placas!
Una vez verifican todos los documentos te asignan un número de matrícula. Si lo deseas, puedes elegir el que quieras entre los que hay libres pagando unos 10€ extra, y se puede reservar con antelación por Internet pagando otros 2€ y pico (ver comentario final). Entonces, te dan dos recibos. Uno para pagar en caja el coste de la gestión administrativa (en la misma oficina). Otro para obtener las placas de matrícula. También recibes un documento acreditativo de que el coche está registrado en Alemania, para presentarlo en tráfico de España y darlo de baja allí.

Precio: 44,10€ (tasa administrativa) + impuesto circulación (actualmente, los diesel pagan 9,50€ por cada 100cm³ + 2€ por cada g/km de CO2 que supere los 110g/km; los de gasolina pagan 2€ por cada 100cm³ + 2€ por cada g/km de CO2 que supere los 110g/km).

4) Ir a comprar las placas (siempre hay tiendas que se dedican a eso al lado de las oficinas de tráfico). Con el recibo de tráfico te troquelan en las placas el número que te corresponde.

Precio: 35€.

5) Elegir método de fijación de las placas. Mientras que en España solemos llevar las placas atornilladas "a pelo", en Alemania es típico acoplarlas a un soporte (por razones puramente estéticas). Por defecto, no te hacen agujeros en ellas; si los quieres debes pedirlos en la tienda de troquelar (recuerda tomar medidas para indicarle dónde hacerlos). Si no, puedes comprar el susodicho soporte, que se atornilla y sobre él se fijan las placas.

Precio del soporte (opcional): 12€.

6) Volver a tráfico con las placas "recién hechas" para que te pongan en ellas los sellos de la región y el de validez de la inspección técnica (la placa que lleva dos sellos debe ponerse atrás). Recibes entonces la documentación alemana del coche, que consta de dos partes. La primera se llama Zulassungsbescheinigung Teil I (también conocida como Fahrzeugschein o simplemente Schein) y es la que se debe llevar siempre en el coche. La segunda se llama Zulassungsbescheinigung Teil II (también conocida como Fahrzeugbrief o simplemente Brief) y es como el “título de propiedad” del coche, se deja siempre en casa a buen recaudo; perderla conlleva problemas. Ya se pueden instalar las nuevas placas en el coche y circular con él.

Precio: 0€.

7) Notificar la baja al seguro español y solicitarle un certificado de no siniestralidad en formato internacional (inglés) para que te apliquen la bonificación en el seguro alemán.

Precio: 0€.

8) Hacer el seguro definitivo alemán. Hay un plazo de 4 semanas desde que se registra el coche con matrícula alemana. En ese plazo, la cobertura es la misma que hayas acordado inicialmente para obtener el justificante provisional (sin límite de movilidad). Debe formalizarse el seguro definitivo en ese periodo de tiempo. El seguro vence siempre por año natural, se haga cuando se haga. Por tanto, si se da de alta en fecha distinta al 1 de enero, cobran la cantidad proporcional según lo que quede de año. Básicamente hay tres tipos de seguro, cuyas coberturas exactas pueden variar según la aseguradora: el obligatorio a terceros (Haftpflichtversicherung), todo riesgo (Vollkasko) y uno intermedio (Teilkasko) que es como a terceros ampliado con daños propios, incendio, robo, etc, pero que no cubre los daños causados a tu coche por terceros. Como es obvio, el precio de cada uno variará según el modelo de coche, la bonificación del conductor, etc. Por lo general sale algo más caro que la cobertura equivalente en España.

Precio: en mi caso particular rondaba los 500€.

9) Dar de baja el coche en España (jefatura provincial de tráfico) por tránsito comunitario. Es conveniente tener a mano, por si acaso, el justificante de registro que recibes en tráfico de Alemania (ver punto 3) y que acredita oficialmente el cambio de matrícula realizado, aunque a mí no me lo pidieron. Por tanto, solo hay que rellenar el formulario español (disponible en Internet: DGT) y pagar la correspondiente tasa.

Precio: 8€.

10) Solicitar la devolución de la parte proporcional del impuesto municipal del vehículo (en el ayuntamiento donde estaba registrado en España), si procede. Para ello te piden el justificante que expide tráfico de la baja definitiva del coche. El impuesto se paga por año natural y se prorratea por trimestres, así que te devolverán tres trimestres si das la baja hasta el 31 de marzo, dos trimestres si la das hasta el 30 de junio, un trimestre si la das hasta el 30 noviembre y nada si das la baja después de esa fecha.

Precio: 0€.

¡LISTO!

Nota importante: En Alemania, los únicos documentos obligatorios que se deben llevar en el coche son el carné de conducir y el Fahrzeugschein (no se necesita el seguro ni nada más).

Y un último comentario a modo de curiosidad: La matrícula en Alemania va asociada al propietario, no al vehículo como en España. Eso quiere decir que un mismo coche puede portar varias matrículas a lo largo de su vida útil, y que puedes mantener la misma durante toda tu vida pasándola de un coche a otro. La estructura de letras y números es como sigue: XXX YY NNNN. 'X' son las letras identificativas de la región (puede haber de una a tres) y es la única parte que no se puede elegir. 'Y' son letras a elegir (mínimo una, máximo dos), aunque no se admiten ciertas combinaciones catalogadas como "indeseadas". 'N' son números a elegir (pueden ponerse entre una y cuatro cifras).

jueves, 20 de junio de 2013

¿Para qué sirve Europa?

Desde que se creó este invento de la Unión Europea nos han vendido las ventajas que tiene para todos nosotros. Cuando empezamos a oír hablar de ello, allá por los 80, sonaba casi a ciencia ficción. ¡Pasar de un país a otro sin fronteras! Resultaba intrigante, enigmático y hasta exótico. Pero pronto nos acostumbramos. Más tarde llegó la moneda única, que parecía igual de extravagante. Del mismo modo, se fueron incorporando tratados, acuerdos, leyes y normativas diversas, que se supone deben facilitarnos la vida y simplificarnos las cosas. Pero tras todos estos años de conversiones, adaptaciones y cambios, uno sale de su país y se encuentra con una serie de obstáculos que le hacen preguntarse: ¿para qué sirve realmente este tinglado?


De entrada, una de las primeras cosas que se deben afrontar al llegar a otro país es abrir una cuenta bancaria. A pesar de la unidad monetaria y del mercado común, uno no puede seguir operando solo con su banco de antes.

Si te vas al extranjero de vacaciones, tu atención médica está cubierta con la tarjeta sanitaria europea, pero si trasladas tu residencia ya necesitas un nuevo seguro de salud. Los convenios existentes en cuanto a atención médica o pensiones no impiden que debas cambiar de seguridad social.

Naturalmente, llegará el inexorable momento de rendir cuentas a Hacienda, claro está. Por eso, necesitas también tu nuevo número de identificación fiscal. Los acuerdos transfronterizos en este sentido no te librarán de un jaleo morrocotudo cuando llegue la temida declaración. Haber residido en un año fiscal en dos países, las distintas normativas de cada uno o poseer bienes en el extranjero suelen complicar las cosas sobremanera.

En el plano académico y laboral también podemos toparnos con algunas trabas. Son conocidas las posibilidades que se ofrecen para la movilidad estudiantil, pero sin embargo esto choca con la disparidad de sistemas educativos. No siempre se reconocen por igual titulaciones obtenidas en países diferentes, lo que puede representar un agravio comparativo en determinadas situaciones.

Otro caso ya comentado es el tema del paro. Existen regulaciones comunitarias que nos permiten exportar prestaciones e ir a buscar trabajo en otro país. No obstante, es un derecho limitado, porque no puedes trasladarlo en su totalidad. Por otro lado, se reconocen cotizaciones realizadas en países ajenos, pero deben acreditarse mediante documentos expedidos por aquellos. Si hay administración común para unos trámites, ¿porqué no para otros?

Y como último ejemplo puedo citar lo que ocurre con el tránsito de vehículos, tema ciertamente sangrante del que volveré a hablar en unos días. Resulta que con tu coche puedes circular por toda Europa, tengas la matrícula que tengas, y basta con llevar la carta verde del seguro para cubrir cualquier eventualidad. Pero si te lo llevas al fijar tu residencia en el extranjero, ah, ahí ya no puedes mantener la matrícula original; tienes que cambiarla por una del país de destino, lo que normalmente implica también cambiar de seguro. O sea, una auténtica coña marinera que conlleva múltiples trastornos: alta en el extranjero, baja en tu país, inspección técnica y otros papeleos diversos. Y todo ello con sus tasas y costes correspondientes, ¡cómo no!

¡Ah! Y no olvidemos la guinda del pastel. Por si todo esto era poco, cuando decidas volverte a tu país debes deshacer punto por punto todo lo que has hecho a la ida. Si no querías caldo, toma dos tazas. Gastos y trastornos por duplicado. Si es que cuando se trata de sacarnos la pasta se lo montan de miedo...

Lo que está claro, a mi modo de ver, es que todos los ejemplos citados muestran una falta de coordinación administrativa —quizá deliberada—. Por eso, cuando yo me hago la pregunta de para qué sirve Europa, suelo llegar a la misma respuesta: a mí solo me sirve para no tener que cambiar mi dinero y para no parar en las aduanas. No voy a negar que son comodidades, pero me parece escaso botín para el alto precio que nos cuesta. Da la sensación de que la Unión Europea es solo una unión a medias. Y tal como están las cosas, ya veremos cuánto dura esto...

viernes, 7 de junio de 2013

Autontomática

Los alemanes adoran todo lo automático. Tanto da que sea en el coche, en el trabajo, en casa o en cualquier otro contexto. Si algo funciona solo, les encanta. Puertas, grifos, secamanos, luces... En ningún otro sitio he visto jamás tantos cachivaches de todo tipo diseñados para realizar las funciones más inverosímiles, incluso aquellas para las que yo nunca pensé que pudiera existir una máquina. El catálogo es interminable, y toda la gente cuenta con un amplio surtido de esos artilugios. Son sus "juguetes".


Veréis, no pongo en duda que muchos de los aparatos que proliferan pueden ser útiles —aparte de curiosos, cuando menos—, pero personalmente encuentro excesiva esta manía por lo automático, que llega a alcanzar niveles absurdos de dependencia. Puede que yo sea un bicho raro, pero creo que el exceso de tecnología atrofia a las personas de forma innecesaria. Hay aparatos que son auténticos mataneuronas; nos vuelven más tontos. Perdemos la capacidad de hacer cosas increíblemente sencillas solo porque las hace una máquina. Puedo entender el uso de ciertos mecanismos que proporcionan mejor calidad de vida o facilitan tareas, especialmente en el caso de personas con alguna limitación. Pero una automatización desmedida hasta el disparate produce más molestias que bienestar, lo que representa una absoluta contradicción.

Entre los muchos ejemplos que se pueden citar, uno de los ámbitos más destacables de esta tendencia alemana es el del coche. Siendo como es para ellos una religión, no podía escapar a esta manía. Un caso que ya he mencionado es la dependencia que tienen del GPS, el cual considero muy útil en determinadas situaciones, pero no en todo momento por sistema. Luego está muy extendido el cambio automático, cosa que a mí nunca me ha gustado. Creo que resta gran parte del placer de conducir, aparte de consumir más. También es raro ver un coche que no venga equipado hasta los topes con todo cuanto sensor pueda existir: aparcamiento, puertas, ventanillas, luces, limpiaparabrisas... todo se activa solo. Coño, ¿cuesta tanto pulsar un botón con el dedo? ¡Digo yo que así la cosa ya es bastante simple! La verdad, encuentro escasa utilidad en gran parte de ese equipamiento. Total, la mayoría de las veces se enciende algo cuando no toca, o no lo hace cuando debe...

Sin embargo, no es ese el foco de mis iras y causante de esta entrada, sino algo que tengo en casa y que me saca de quicio. Una verdadera chatarra automática inútil.

Vaya por delante que tengo la suerte de contar con persianas en mis ventanas, avance "tecnológico" poco común por estas tierras. Es más, incluso tengo un toldo que me protege del sol abrumador que tan severamente nos castiga (¿se percibe la ironía?). Entonces claro, con tan espléndido equipamiento, el faraónico proyecto solo podía culminarse dotándolo de unos excelsos mecanismos automáticos.

Así, tanto las persianas como el toldo de marras, tienen un sistema automatizado de apertura y cierre que es casi tan inútil como exasperante. Puedes programar unas horas determinadas a las que abrir y cerrar cada una, así como el punto en el que se detienen. Pero aunque no lo programes, debes subir y bajar la persiana mediante los mismos botoncitos, lo cual requiere un tiempo muy superior al que tardaría con el tradicional tirón de cuerda. A esto hay que añadirle la cantidad de veces que se bloquea el puto mecanismo y no va ni para arriba ni para abajo. Entonces, jurando en hebreo, tengo que desmontarlo para poder mover una simple persiana, cosa que podría hacer con extrema sencillez y sin consumir gota de electricidad si no estuviera automatizada. Ah, y olvídate de persianas si hay un apagón, porque mientras dure se quedan muertas de risa. Ahí el azar decidirá. Si se quedan abiertas te joderás de noche y si se quedan cerradas te joderás de día.

Por si fuera poco, el toldo —como digo, tan necesario en Alemania aún presenta otro agravante adicional. Este se rige por la señal que le proveen un sensor de luz y un anemómetro. En función de la intensidad de luz y viento, el toldo se recoge o se extiende. Huelga decir que no lo he utilizado jamás y he tratado de desenchufar todo cuanto cable he podido, pues es otro consumidor parásito de electricidad hago hincapié porque aquí la luz cuesta un huevo y la yema del otro. Pero a pesar de todo, cuando varían las condiciones, sigue ejecutando repetidos amagos de movimiento que son de lo más molesto, por producirse acompañados de ruido y a cualquier hora del día o de la noche. Son incontables las veces que de nuevo jurando, esta vez en arameo he estado tentado de levantarme de la cama cuchillo en mano y ponerme a cortar cables como un psicópata.

¿Y todo esto para qué? ¿Para ahorrarme un gesto que me lleva exactamente tres segundos y me supone un esfuerzo insignificante? Pues oigan, les diré una cosa:

¡Métanse sus maquinitas por donde yo les diga!