viernes, 15 de marzo de 2013

3 "consejos" para fracasar en Alemania (II)

En la segunda entrega de esta serie comenzada hace una semana, hablaré de lo que yo llamo: la "fachada" de las empresas.


El asunto tiene que ver con el irremediable complejo de inferioridad español, que nos hace creer que todo lo de fuera es siempre mejor que lo propio, ya se trate de otro país, de otra empresa o de la casa del vecino.

Rotundamente falso.

Uno se sorprende al ver la cantidad de cosas que son mejores en España (y no hablo sólo de cosas como la comida; ¡ahí no hay discusión!).

Ese engaño monumental al que han dado en llamar crisis se deja sentir por todas partes, no solamente en España. Y sí, señores, aunque no lo crean, en Alemania las empresas también tienen dificultades, despiden a sus empleados, hacen ERE's, se declaran insolventes y echan el cerrojo. Conozco un buen número de casos aparte del mío.

Como ya mencioné en la presentación del blog, las historias que nos venden han contribuido a tergiversar la realidad en gran medida. Es cierto que a mucha gente le va de fábula en el extranjero, pero a otra tanta (o más) le va de pena. Como en España. Como en todas partes. No es justo contar sólo una parte de la historia, la parte bonita. Puede que no venda tanto la experiencia de aquellos que han acabado (literalmente) pidiendo, no han conseguido un trabajo acorde a su cualificación o simplemente han tenido que volverse porque se les ha acabado el dinero. Pero eso también es parte del juego. Y con esa visión sesgada se ha distorsionado la realidad de los hechos confundiendo a mucha gente, entre la que me incluyo (al menos parcialmente).

A ver, ni siquiera yo soy tan pardillo como para pensar que al llegar me estaría esperando una alfombra roja, una casita en el campo y un Mercedes. No. Pero sí te haces, al abrigo de esas historias, falsas expectativas del nivel (y sobre todo la calidad) de vida que tendrás. Como os digo, nuestros ancestrales complejos hacen que esas ideas cuajen fácilmente en España.

Por ello, este sentimiento de anhelo que acabo de describir en relación a la vida en general, se traslada igualmente a lo profesional. ¿Quién de nosotros no sueña con trabajar en un sitio donde te valoran, te permiten conciliar tu vida personal y laboral y te ofrecen un plan de carrera excelente?

Esto hace que resulte muy fácil dejarse cautivar por la imagen que transmiten las compañías alemanas. Es un aspecto que aquí se cuida muchísimo y hace que las empresas tengan mucha "fachada". Les gusta proyectar una imagen de lugar agradable para trabajar y se gastan mucho dinero en fomentarla. Compiten entre ellas para ver quién posee las instalaciones más lujosas y los mejores servicios. Ya desde la primera entrevista te ofrecerán con cortesía algo de beber y unas pastitas, te encandilarán con el halo de grandeza que emana su idílico entorno, te mostrarán las comodidades de las que gozarás como empleado, etc.

En pocas palabras: harán que desees trabajar allí.

Claro, esto viniendo de España resulta muy llamativo. Acostumbrados a ser poco más que ganado y deberle a la empresa el favor de darnos trabajo, ese nuevo mundo te crea la sensación de que estás ante una organización extraordinaria y que ese es el tipo de trato y consideración que quieres recibir de tu empleador. Pero cuando estás aquí un tiempo te das cuenta de que no hay nada extraordinario en ello, sino que es exactamente lo que hacen todos. Y, todos, quiere decir tanto las buenas como las malas empresas. Con lo cual ese factor no debe tenerse en cuenta para optar por una u otra, o puedes llevarte sorpresas desagradables cuando traspases la gruesa fachada y conozcas el percal desde dentro.

¡No os dejéis deslumbrar!

Yo aún recuerdo perfectamente cómo le contaba a mis amigos la experiencia cuando vine a mi primera entrevista. Volví a España extasiado y así se lo hice saber a todos hablándoles de las maravillas que había contemplado.

Al poco tiempo de empezar comprendí mi error. Demasiado tarde.

Lee también:
3 "consejos" para fracasar en Alemania (I)
3 "consejos" para fracasar en Alemania (y III)

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